“Se estima que la fortuna de Jeff Bezos es tan grande que le alcanzaría para comprarse hasta cuatro mojarras fritas en Cartagena y le sobraría para una cerveza”. Así reza uno de los memes más populares por estos días en redes sociales. Y es que, cuando una situación está crítica, solo parece quedar la ironía. Una ola de indignación está creciendo en el país por los abusos y atropellos contra los turistas en las playas de Cartagena. Los colombianos han visto con cierto pudor y vergüenza las denuncias de visitantes extranjeros sobre cobros excesivos por parte de los vendedores de algunas de las playas más visitadas: dos millones de pesos les cobraron a dos ecuatorianos por dos mojarras y cuatro cervezas, 600.000 pesos a un coreano por un masaje y otros tuvieron que pagar 6,5 millones en una cuenta que incluía cervezas a 45.000 pesos cada una.
Esto ocurre a los ojos de todo el mundo y sin que la Alcaldía de Cartagena ni la Policía, ni ninguna autoridad, hagan nada. Por supuesto, habrá quienes dirán que es la ley del mercado, y que quien acepta las condiciones las debe pagar. Pero sabemos también que muchas veces no se trata de la ley del mercado, sino de la ley del vivo, que amaña la información y abusa de quien, al ser extranjero, es más vulnerable o tiene menos herramientas para hacer defender sus derechos.
Se necesitan acciones contundentes, una mayor vigilancia en las playas, exigirles a los vendedores la lista de precios y definitivamente, ayudaría una cierta dosis de sanción social a quienes engañan y abusan de los demás. Este tipo de excesos socava la reputación del país como destino turístico y, en últimas, va contra todos los millones de colombianos que viven de esa industria.
El presidente Gustavo Petro ha puesto el turismo como uno de sus sectores económicos bandera y ha dicho que puede reemplazar los ingresos que generan las exportaciones de petróleo, que están alrededor de 13.000 millones de dólares. Espera que lleguen al país 12 millones de visitantes al año, lo cual significaría multiplicar por tres el récord conseguido en 2019, antes de la pandemia, cuando llegaron cuatro millones de turistas, incluidos los colombianos residentes en el exterior, y Colombia recibió 5.600 millones de dólares de ingresos por ese concepto.
En el reciente congreso de la Asociación Colombiana de Agencias de Viaje y Turismo (Anato), el mandatario invitó a fomentar el ecoturismo, a vender y comercializar la belleza de Colombia, reiterando que “el turismo hará una sustitución parcial e importante de la economía de hidrocarburos que tenemos”.
Ideas, por supuesto, hay muchas, pero la clave aquí, como en todo, es crear las condiciones para que las ideas se hagan realidad. Hay que hacer muchos esfuerzos para que los visitantes tengan una experiencia placentera que les permita volver y que se corra la voz de que este es uno de los mejores destinos internacionales. ¿Quién se pone en esa tarea?
El ministro de Comercio, Industria y Turismo, Germán Umaña, anunció que promoverá mesas de trabajo para buscar soluciones a las denuncias de los visitantes. También hay que hacer mayores esfuerzos para mejorar la conectividad aérea hacia esos sitios remotos y ecológicos que quiere promover el gobierno, que haya operadores turísticos formales y mejor calificados, que se promueva el bilingüismo y que se desarrolle toda una industria alrededor de este sector, como ocurre en otros países. Para no ir más lejos, basta ver el ejemplo de México, que, a pesar de los graves problemas de violencia e inseguridad, está en el séptimo lugar de los más visitados del planeta y en primer lugar en América Latina, con 45 millones de turistas al año.
También hay preocupación por el cambio en las reglas de juego y por las propuestas de la reforma tributaria, que incluirían la eliminación de la tarifa de renta del 9 %, pasándola a la general, del 35 %, para los servicios ecoturísticos y hoteleros en zonas con menos de 200.000 habitantes.
A ello se suma la eliminación del descuento del 50 % en el impuesto de industria y comercio y del régimen especial tributario para regiones como La Guajira, Norte de Santander y Arauca, que se cobre nuevamente una tarifa de IVA del 19 % en los servicios turísticos (bajó al 5 % por la pandemia) y los altos impuestos en los tiquetes aéreos, que encarecen la movilización por esta vía.
La lista de tareas en el sector es muy larga, pero hay que trabajar desde ya si Colombia quiere atraer más visitantes. No solo se trata de hacer teoría, hay que aterrizarla en la práctica. No desperdiciemos esta oportunidad por la avaricia y los malos servicios de unos pocos y por medidas equivocadas que pueden frenar el desarrollo de esta industria