Diente de león Saúco Oxitocina Ayurveda Bergamota
¿Quién no conoce el placer y el relax de dar la mano a alguien y sentir su textura, calor y firmeza? ¿O el contacto de una mano en la espalda, acompañándonos en un momento doloroso? El mismo efecto relajante puede ejercer un automasaje sobre nuestro rostro.
Aprender a utilizar las manos como herramienta para el automasaje facial es un proceso que requiere paciencia.Sin embargo, una de las cualidades del automasaje facial es que se puede realizar en cualquier momento del día o la noche, y en cualquier lugar, lo que supone que aprender la técnica nos da la opción de disponer de una herramienta relajante que podemos ustilizar en cualquier situación.
Para realizar un automasaje facial, conviene sentarse sobre los isquiones, cómodamente, intentando que la columna vertebral esté recta sin estar rígida. Nos aflojamos la ropa de manera que podamos sentir el cuerpo.
Prestar atención a cómo nos sentimos y cómo estamos es la disposición principal que se precisa para dar y recibir el masaje, la que nos da un foco mental y permite advertir las zonas vulnerables –como las sienes– y el trato que debemos darles.
Cuanta más atención se preste en general al automasaje y a la colocación de las partes del cuerpo que aparentemente no participan en él, mejor será el resultado.
Otros factores que hay que tener en cuenta son:
Con las yemas de los dedos índice, medio y anular sobre las sienes, escucha el pulso e inicia pequeñas rotaciones en una dirección y luego en la otra.
Deja la yema del dedo anular sobre el final de la ceja tres respiraciones, y el dedo medio en el centro de la sien tres respiraciones más.
Con el tronco y la cara bien alineados, coloca las yemas de los dedos índice, medio y anular bajo los pómulos, y apoya el peso de la cabeza ligeramente contra los pómulos.
Respira un instante y desplaza las yemas por los pómulos desde la nariz hacia la oreja varias veces como si pulsaras las teclas de un piano.
Al final siente el movimiento de la articulación de la mandíbula.
Con los pulgares bajo la barbilla y los otros cuatro dedos sobre el mentón, agarra la mandíbula y muévela hacia arriba y abajo.
El movimiento lo han de ejecutar las manos, no la mandíbula. Después realiza movimientos laterales y en círculo.
Al acabar, descansa los brazos y relaja la mandíbula con la boca cerrada. Siente el espacio entre los dientes.
Coloca la punta de los dedos índices en el interior del orificio de la oreja, sin apretar.
Gira los dedos media vuelta por la parte de arriba y hacia atrás, y empieza a aplicar una pequeña vibración de dentro afuera de la oreja como si quisieras sacar el agua que hubiera entrado en ella.
Sostén el cartílago con el dedo pulgar delante y el índice y medio detrás, y amásalo.
Con la punta de los dedos medio, índice, anular y meñique colocados en línea y paralelos a la nariz, sube con pequeños círculos por los lagrimales hasta la parte interior del cuenco óseo de los ojos.
Percibe bien las sensaciones, intentando limpiar la mucosidad, y repítelo varias veces.
Acaba con el dedo índice al lado del ángulo de entrada de las fosas nasales, aplicando una ligera presión.
En la parte más alta de las cejas, medio milímetro por encima de ellas, se encuentra el punto 14 del meridiano de la Vesícula Biliar. Descansa las yemas de los dedos índices en él durante tres respiraciones.
Después, con los dedos índice y pulgar pellizca suavemente, como si amasaras, las cejas desde su inicio y hacia fuera, hasta llegar a las sienes. Repite dos o tres veces.
Coloca las yemas de los dedos índices en el nacimiento interno de los ojos, al lado de los lagrimales, hacia la nariz. Deja caer adelante el peso de la cabeza. Respira tres veces.
Haz lo mismo en el otro extremo del ojo, al lado de las sienes y con la cabeza recta, presionando con el índice sobre el hueso craneal.
Finalmente, deja los tres dedos centrales acariciar el globo ocular.
Coloca las yemas de los índices en el entrecejo, con los dedos corazón apoyados sobre las uñas de aquellos. Apoya ligeramente el peso de la cabeza, haz tres respiraciones y siente la columna alargarse desde el cóccix a la cabeza.
Con los pulgares presiona desde el entrecejo hacia las sienes. Y frota sobre el centro de la frente hacia las sienes con las palmas, cinco veces.
Frota las palmas de las manos una contra la otra, ponlas sobre la cara y desde el centro acaríciala hacia las orejas, con un movimiento enérgico y más o menos presión según sientas. Repítelo unas cuantas veces.
Por último deja descansar las manos sobre los ojos cerrados y durante unas diez respiraciones experimenta el cambio que se ha producido.
Para disfrutar y aprovechar bien el masaje, conviene reservar unos minutos al final para sentir. ¿Qué efecto ha tenido sobre la cara? ¿Se prolonga por el cuello, la espalda y el tronco hasta llegar a los pies? Después se observa la respiración. ¿Ha cambiado su ritmo y calidad?
Finalmente se intenta percibir la temperatura del cuerpo, los sonidos y la claridad de la sala... integrándolos y visualizando una luz en todos ellos.
Ángel López Hanrath (acupuntor y terapeuta de shiatsu)
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