Peluquerías que hacen más que cortar el pelo

2022-09-23 18:06:31 By : Ms. Kivi Tang

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Rudy Marcelo Carvajal no para y no quiere. Mientras cuenta todas las experiencias que ha tenido alrededor de la peluquería, desde que empezó a dedicarse a ella en 2013, se le ocurren muchas más maneras de potenciar su oficio y llegar a más gente. Lo suyo son los proyectos y la itinerancia, por eso creó La Motilona, para no estar atado a un solo espacio.

La Motilona es una peluquería itinerante que lleva consigo. Cortando pelo ha estado en las playas de Palomino; en A seis manos, un espacio de artistas en Bogotá; también se fue en chiva por las zonas que votaron por el “sí” para hablar de paz luego del “no” en el plebiscito de 2016; estuvo una temporada en la plaza de mercado de Samper Mendoza para compartir tiempo con las yerbateras, ayudarles en su arreglo personal y recibir de ellas el conocimiento ancestral; e hizo una “cartografía de pelo”, viajando por Estados Unidos y Europa. Hace dos años se estableció en Medellín y atiende en su apartamento, aunque le gusta la idea de hacer residencias, una figura que usan tradicionalmente artistas y escritores; el próximo mes empezará una en Casa de Fuego en Laureles.

Marcelo también creó roles que caracteriza para apropiarse de otros espacios y acercarse de manera diferente a los públicos, como un cachaco, un aviador de otros tiempos o el director de un circo, para salirse de los estereotipos que rodean la profesión. “Es un espectáculo, pero de otro tipo”, explica. Los peluqueros se enfrentan a retos similares día a día, pero no por ello pertenecen a las mismas casillas, especialmente cuando deciden aproximarse al oficio desde otra óptica, como lo hace Carvajal.

Además de esa discusión alrededor de los estereotipos y el espacio, Marcelo también ha explorado las posibilidades terapéuticas de la peluquería. “Por ejemplo, con los masajes capilares, toco puntos de la cabeza y el cuello que generan detonantes para que las personas empiecen a hablar de sus relaciones personales, con su familia y pareja”, explica. Al final, los clientes terminan estableciendo una relación de confianza, que también se potencia porque el espacio es individual, y vuelven a seguir elaborando las emociones que dejaron salir en una primera cita.

De ahí también que sus experiencias estén pensadas para todo tipo de público, dependiendo de quien se pueda acercar a su instalación cuando esté en alguna galería o en el espacio público, incluso los calvos tienen lugar. “Gracias a los calvos aprendí masaje capilar, porque no quiero que nadie esté excluido”, dice. Así ha expandido sus conocimientos de belleza natural (no tintura ni utiliza productos químicos en servicios y está buscando crear su propia línea de cuidado) a masajes faciales y capilares, también trabaja la barba y hace trenzas, quien se siente en su silla de 1950 (que compró en un anticuario), encontrará qué hacerse y de qué hablar.

Así como hay inclusión, hay equidad, entonces Marcelo les cobra igual a hombres y mujeres (además, con los límites del género cada vez más diluido, es más sencillo), porque incluso cortarles a ellos puede ser más difícil, exige precisión al tener el pelo más corto. Esta idea no siempre es bien recibida, porque ellos están acostumbrados a pagar menos, pero para él hace parte del debate.

“El lugar del peluquero tiene muchas vulnerabilidades, como la mala remuneración porque deben pagar por su espacio y necesitan atender a muchas personas, casi en serie, para ganar bien”, pero Carvajal prefiere el espacio íntimo, como el que se creaban en el patio de su casa en Tibiritá, Cundinamarca, donde su mamá le cortaba el pelo en el patio de su casa. Un espacio personal, para hablar y compartir, además, para tener otras experiencias, como apreciación de arte.

Para Martín Cortés, el espacio donde trabaja también ha sido motivo de reflexión. Desde el 2015 tiene Barber Art en la plazoleta que abre la estación del Metro Caribe a Moravia. Al principio el Metro intentó sacarlo porque estaba ocupando espacio público, pero su labor como líder social hizo que permaneciera. En su carpa azul emplea y capacita jóvenes que buscan un oficio, como Edwin Durante y José Gabriel Landero, que encontraron en Martín la posibilidad de mejorar sus ingresos. Ninguno de los dos pasa de los 20 años y han trabajado gran parte de su vida, aunque en sus sueños no estaba la barbería, encontraron en Barber Art, una oportunidad de aprender no solo de cortes de pelo, sino de la realidad colombiana y la importancia de construir lazos entre la comunidad a la que atienden, por eso ellos también se quedaron.

La idea de Martín es que los barberos que forma se conviertan en fuente de información, memoria y tejido de las comunidades a las que pertenecen, una vez salen de la carpa azul.

Los cortes de Barber Art no son tradicionales, sino que hacen parte de un ejercicio creativo que se hizo con los barberos, en donde aplicaban su conocimiento técnico en la creación de estilos que cuentan parte de su historia, muchas veces marcada por la migración y la violencia. En Barber Art no solo se corta el pelo, sino que se aprende a tener conciencia de la vida, de los procesos por los que se ha pasado en la historia latinoamericana y se empieza a dar ideas de cómo salir de esos ciclos, como no perder la memoria y abrir nuevos caminos.

“Para que el barbero dinamice acciones de lectura del territorio con la comunidad, el primer paso que hay que dar es la profesionalización de la barbería, si el barbero le realiza un corte excelente al usuario, automáticamente lo tengo siempre ahí. Entonces, correlacionar la barbería con el arte y la cultura nos ha llevado a entender que la barbería se relaciona con el dibujo, la aerografía, el maquillaje y la colorimetría, la gratificación y la diagramación”, explica Martín.

El proceso lo ha llevado a cabo de la mano de varias organizaciones, como Compás Urbano del Grupo Argos, el Museo Casa de la Memoria, la Fundación Sura, la administración municipal o la Universidad Nacional y no duda en convocar a todo el que quiera colaborar, aunque a veces se siente frustrado por la necesidad de incorporar a su trabajo las jerarquías de lo académico y depender de su validación. Su experiencia personal y conocimiento empírico le ha dado más formación que la de cualquier graduado en Historia, Sociología o Antropología.

Uno de los proyectos de Barber Art es “Geografías y memorias”, donde aparecieron los diseños “Río”, “Valle” y “Minería”, entre otros, que fueron creados por los barberos para hablar de las características geográficas de su territorio y los recursos que poseen, como una forma de construcción de identidad.

“Arraigos y desarraigos de un territorio” es otro catálogo que también se ocupa de la construcción de la identidad, pero al darles nuevos nombres a los cortes tradicionales de acuerdo con las dinámicas territoriales de su entorno, así en vez del siete se hace “El Duro”; en vez del francés, “El extranjero”; “El turista” por el blow; “El campesino” es el desvanecido alto y “El cacique”, el argentino.

Ahora está trabajando en un catálogo de símbolos de los diferentes ministerios del país, para conceptualizar cómo se administran los recursos de los colombianos, cuál es su derrame en el territorio nacional y qué tanto acceso a esos recursos tiene cada uno. Las inequidades y negativas que hay frente a esas preguntas tienen un efecto directo en fenómenos como el desplazamiento, el abandono estatal e incluso la falta de identidad. Para Martín, esto es algo que la comunidad debe conocer y lo puede comunicar mejor desde la barbería.

Para Cortés, la lucha contra la inequidad no solo parte de la posibilidad de darles a los jóvenes un oficio capacitado o incluso de la labor que se ejerce en la comunidad (la barbería atiende de manera gratuita a quienes no tienen recursos en jornadas especiales y está construyendo un teatro público al lado de su carpa), sino que parte de las conversaciones que los barberos sean capaces de entablar con sus clientes, llevándolos a tener conciencia de su realidad y de las opciones que se abren al trabajar juntos por mejorarla.

El ejercicio periódico de cortarse el pelo puede ser un momento de bienestar, pero también puede ser la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos, tener conciencia del entorno o incluso de la tormenta interior que a veces se quiere ocultar. Hablar, aprender y abrir la mente y los ojos, de la mano de mediadores que ponen su conocimiento y pasión al servicio de otros en más de un sentido.

Sí, la estética todavía tiene mucho que ver, pero la experiencia se puede enriquecer tanto como se quiera, y tener un impacto mucho mayor a solo mejorar lo que se ve en el espejo todos los días. Que ya de por sí, no es poco .

La peluquería natural cada vez es más popular por la necesidad de cuidar la salud y el medio ambiente. Hay quienes, como Marcelo Carvajal en La Motilona, que prefieren prescindir de productos como los tintes o los fijadores tradicionales y buscar soluciones menos potentes, pero por eso menos agresivas para la salud de los clientes y del mismo planeta. Otras peluquerías han incorporado productos importados formulados de manera más amigable, que tratan de compensar la huella de carbono del transporte desde el extranjero con envases recargables.

Periodista cultural del área de Tendencias de EL COLOMBIANO.